La autocrítica es un atributo que brilla por su ausencia. José Quintana, como buen político que es, seguro que da fe de ello. Baloncesto Fuenlabrada, estancado en el inmovilismo, ha empezado una guerra civil que solo puede traer un futuro: la autodestrucción.
Baloncesto Fuenlabrada ha sido colista ACB | Foto: ACB / F. Martínez |
Empiezas por acomodarte en el
sillón y congratularte mutuamente con los compañeros por el buen trabajo
realizado. Posteriormente, pones los pies en la mesa y comienzas a fiarte de tu
instinto, porque te sientes poderoso. El puto amo, que diríamos coloquialmente.
Todas las decisiones te han salido tan redondas, incluso las más arriesgadas,
que una sensación de endiosamiento comienza a envolverte. Te droga. Y cuando
quieres dejarlo, ya estás enganchado.
Intentarás rehabilitarte, pero la
metadona no es tan eficaz como decían. Solo un placebo con el que autoengañarte
mientras aún recuerdas aquellos maravillosos años.
Lo que construiste a base de horas de trabajo incansable, de cafés y ojeras durante las largas y asfixiantes noches veraniegas, de un esfuerzo que apenas un puñado de personas conocen… Se desbarata con una facilidad inaudita tras un par de desafortunados errores. Quizá porque ya no querías pasar más noches en vela analizando el futuro equipo, al mejor candidato para el puesto. Quizá porque te creíste aquel refrán de que más vale bueno conocido… Pero no. Mentían. Joder que si mentían… ¡Cómo pude creer eso!, piensas.
Que si la experiencia, que si
conocen la liga, que si entra en presupuesto… Como razón podría acabar valiendo
que es un colega de uno de los tipos que tengo en plantilla y me fio de él. ¿Por
qué no? A mi no me apetece averiguarlo. No tengo ganas.
PLANIFICACIÓN DE PLANTILLA
Hablemos claro. La planificación
de las plantillas las últimas temporadas ha sido un desastre. De aquellos Ayón,
Oleson, Batista… Ya no quedan ni los recuerdos. El último gran acierto fue
James Feldeine y salió por la puerta de atrás en “extrañas condiciones
económicas”. Hemos callado lo suficiente desde la tribuna de prensa. Ni una voz
crítica si no era en círculos cerrados, donde nadie pudiese oírnos. Donde
estuviéramos en confianza. Ha tenido que llegar el coco y tragarnos para que descubramos
las cartas.
¿Es injusto apuntar
exclusivamente a los despachos? Por supuesto. Pero el equipo, especialmente uno
del calibre de Baloncesto Fuenlabrada que se remodela casi año a año, comienza
directamente en sus manos. En las últimas campañas han tenido que llegar varios
refuerzos para salvar al equipo (Kurz, Valters, Burtt, Cvetkovic… por nombrar a
los últimos) y hasta 8 entrenadores han ocupado el banquillo más caliente de la
liga en las últimas 7 temporadas. Y habrá un noveno, porque ya anunció José
Quintana en su entrevista con Onda Fuenlabrada que Armando Gómez y Jesús Sala
serán ayudantes. Ahí, apostando por los de casa.
Fuenlabrada está adquiriendo unos
tintes demasiado oscuros para sus intereses. ¿Qué entrenador va a querer un
tachón semejante en su carrera en un club tan inestable? Pero hubo una época en
la que los despachos de Fuenlabrada trabajaban como pocos en Europa. Eran pocos
allí, pero ni los 300 de Leonidas hubiesen hecho mejor trabajo con tan escasos
recursos. Quizá por ello, por saber que otra metodología de trabajo es posible,
duela tanto la situación vivida en el club en los últimos años.
CARÁCTER
Se asumen salvaciones in
extremis, sufrimiento hasta la última jornada, coquetear con el descenso… Pero
no semejante desapego al equipo, una falta de compromiso inaudita y la
sensación de que, quien tiene que dar la cara y tajar de raíz el problema,
cierra el portón de sus respectivos despachos, donde sobreviven atrincherados
hasta que escampe el cielo. El problema es que el resentimiento crece. Las
heridas nunca cicatrizan y, en el peor de los escenarios posibles, la rabia
fluye.
No es una crítica individualizada
al presidente José Quintana. Ni a ningún otro. Es una crítica orquestada a un
club con una necesidad imperiosa de aire fresco, de modernidad, de imaginación
para paliar la falta de recursos. Y para que no se me enfaden, también
valoramos todos las cosas que se hacen bien. Porque todos las disfrutamos. Y,
ahora sí, individualmente, por sus palabras en Onda Fuenlabrada: Señor
Quintana, no necesitan ustedes de halagos ni agradecimientos cuando hacen bien
las cosas. Es su trabajo. Lo estaremos, faltaría más, pero el halago tiende a
destruir tanto o más que una crítica malintencionada. Y así hemos acabado, por
repartirse entre todos los halagos que la afición no les dio, todos terminaron
por creerlos.
El carácter empieza desde arriba.
Tal vez Akindele no haya sido un jugador comprometido porque nadie ha sabido
transmitirle lo que significa jugar aquí. O tal vez era una causa perdida. Yo
que sé. Pero si a Akindele se le suma Burtt, un Panko siempre intachable
echándose flores por sus números, en lugar de mostrar algo más de pudor por el
descenso… Y algún que otro en etapas recientes con problemas hasta con el
apuntador… Permitidme dudar que sea un asunto individualizado.
El carácter, presidente, no es
salir a dar la cara analizando los problemas sin asumir la culpa. O haciéndolo
en escasos 30 segundos, casi sin querer, de entre toda una entrevista de media
hora. Casimiro habrá tenido culpa por sus apuestas fallidas. Hugo López por
falta de autoridad. Akindele por vivir en un universo paralelo. Los Fuenla
Blues… A ellos los dejo para mañana, que el tema es de traca. Correré su misma suerte, supongo. Pero para
construir un equipo con personalidad y capacidad de sacrificio, habrá que
empezar por auto-inculcarla en las oficinas. Continuará.
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